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miércoles, 4 de agosto de 2010

valores

La “calidad” es un término bastante conocido en el mundo empresarial, no obstante, también es aplicable a la vida personal y trae consigo numerosos beneficios que ayudan a tener una mejor calidad de vida.

La calidad es la “conducta que persigue la perfección posible, tanto en uno mismo como en las acciones que realiza. Se practica cuidando los detalles y superando deficiencias”. También es definida como “superioridad, excelencia o conjunto de buenas cualidades. Conjunto de condiciones que hace la vida más amena.” *

Así pues, vemos que la calidad no se le adjudica exclusivamente a los productos o servicios que el mercado ofrece, también es una forma de vida que se basa en la capacidad de hacer las cosas bien hechas desde un comienzo, logrando así la optimización del tiempo y derribando la mediocridad que tanto daño hace a los seres humanos. Cuando se vive la calidad de forma fehaciente, se siente una satisfacción especial consigo mismo por el hecho de entregar lo mejor de sí, muchas veces sin esperar nada a cambio, pues con el gozo personal basta.

También es propio de la calidad el equilibrio, es decir, ser equitativos en las diferentes áreas del desarrollo personal (espiritual, física, social) darle a cada una la importancia que requiere, comprometerse con ella, pero sin abandonar a las demás.

Cómo aplicar la calidad al plano personal

La calidad va ligada a la planeación, orden, cuidado de los detalles, atención, manejo del tiempo, buen gusto, amabilidad; todas aquellas condiciones que ayudan a ser mejores cada día -mejores personas, padres, esposos, hijos, miembros de familia, trabajadores, estudiantes, ciudadanos- y que proporcionan un sentimiento de plenitud y felicidad excepcional.

Hay diversas situaciones cotidianas que pueden ser vistas y aplicadas desde la óptica de la calidad, como la planeación de las finanzas familiares, el arreglo de la casa, el cuidado personal, las actividades de los hijos; o casos más puntuales como por ejemplo entregar los trabajos bien hechos, no a medias y si hay necesidad de repetirlos hacerlo de buena gana, con optimismo.

Igualmente la calidad también es ajustable a otros aspectos de más envergadura, como es el proyecto educativo de los hijos o el familiar en general.

Decálogo de la calidad

La calidad es por tanto, un valor que provee paz interior, armonía, agrado, claridad de pensamiento, motivación, disminuye el estrés, entre otros beneficios. Vale la pena ponerla en práctica y adoptarla como un estilo de vida. En el siguiente decálogo, brindamos varias formas de aplicar este valor.

Trate de hacer todo bien, desde el principio hasta el final, cuidando los detalles.
Planee con tiempo cada uno de los procesos y actividades. Así se evitarán las improvisaciones que tanto daño hacen a la calidad.
Ponga los cinco sentidos en lo que hace -atención y concentración-: requiere esfuerzo pero vale la pena por la calidad obtenida.
No se acelere, declárele la guerra a las urgencias. Serenidad, calma, pero sin pausa.
Revise las cosas dos veces. Tenga una actitud permanente de autoevaluación de sí mismo y de todo lo que hace. No se conforme con la calidad obtenida.
Cuidando las cosas pequeñas, la calidad se convierte en excelencia: cada vez un poco mejor.
Tenga ojos para ver lo que otros no ven: detalles que pueden ser mejorados. Detecte los problemas cuando son pequeños y soluciónelos en ese momento.
De nada sirve cuidar la calidad de vez en cuando, o en algunos procesos. La calidad es en todo y siempre.
Armonía en los detalles. Buen gusto. La calidad es bella y lo pequeño es hermoso.
Calidad en nuestro ser. Calidad en nuestras actividades. Calidad en las cosas.

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